La curación con ayahuasca y la visión “remota”

Autor: Peter Gorman



Articulo publicado en: MAPS Bulletin - volume XXI - number 2 - Summer 2011. http://www.maps.org/

Traducción: Helmer Hernández Rosales



En relación con el ayahuasca, es importante entender que no se trata de un medicamento en el sentido convencional, sino de un espíritu capaz de abrir las puertas hacia otros niveles de la realidad. Y como espíritu, o ser sensible, si lo prefiere, también es necesario recordar que tiene voluntad, necesidades, gustos, disgustos y un temperamento complejo.



Los otros niveles de la realidad de los que hablo se pueden explicar mejor en términos de lo que ocurre con un silbato para perros: no se oye, pero no significa que no está ahí. Porque si usted lo sopla cerca de un perro el animal aúlla. Si, por otro lado, se pudiera ampliar un poco el rango de su audición, usted también oiría el silbato. Y si se pudiera cambiar la velocidad a la que los humanos vibramos, o la gama de colores que normalmente vemos, veríamos y experimentaríamos todo tipo de cosas que habitualmente no vemos o experimentamos.



Es importante entender que el ayahuasca, - que tradicionalmente se hace hirviendo una mezcla del bejuco Banisteriopsis caapi con hojas de Psychotria viridis - es sensitivo porque así es como el curandero o sanador, se relaciona con él. Y cuanto mejor sea la relación que el curandero tiene con el espíritu del ayahuasca, más herramientas para la curación tendrá a su disposición.



Algo más antes de abordar los detalles de la curación con ayahuasca: en el noroeste del Amazonas, donde he estado trabajando durante más de 25 años, la enfermedad, la mala suerte y una anomalía física, emocional, mental o espiritual en la realidad ordinaria son percibidas como síntomas de que algo está en desequilibrio en un nivel superior de la realidad. Aquellas personas que sufren de “mala suerte”, un mal matrimonio o una enfermedad física van al curandero para que les de acceso a otro nivel de realidad y ver que está fuera de orden. Al arreglar eso los síntomas de la enfermedad - o mal o lo que sea- desaparece.



Dicho esto, hay varias maneras de usar el ayahuasca para la curación.

Tradicionalmente, los participantes de una ceremonia de ayahuasca no ingieren esta bebida, la ingestión es atribución del curandero. El participante se acerca al curandero y le relata el problema. Luego el curandero bebe ayahuasca para acceder a un mayor nivel de realidad en el que busca la causa del problema o perturbación del participante.



La primera vez que fui testigo de este modo básico de curación con ayahuasca fue años atrás, en la casa de Julio, mi último maestro. Un hombre vino por el rio Aucayacu hasta la casa de Julio y le explicó que alguien estaba celoso de él y le había puesto “mal de ojo” lo cual le estaba causando accidentes cada vez que iba a vender sus plátanos. "Mis piernas, mis tobillos, mi espalda! Tienes que decirme quién está haciéndome eso", dijo. Julio bebió ayahuasca y cuando volvió del trance, sonrió.



Nadie le está poniendo “mal de ojo”, dijo. Por el contrario, había visto que cada vez que el hombre vendía su plátanos y tenía dinero, entraba a una cantina en un pueblo cercano, una cantina que tenía dos escalones de madera desvencijada. Julio vio que cada vez que el hombre tenía dinero se emborrachaba y luego tropezaba en la escalera rota cuando salía del lugar, caía y se lastimaba. Por lo tanto, Julio dijo que el hombre tenía dos opciones: dejar de emborracharse en la cantina o reparar el peldaño roto.



Es una historia simple y divertida, pero ilustra un elemento clave en la curación del ayahuasca: La capacidad del curandero de ver hechos distantes, incluidos los del pasado.Percibí y compartí la capacidad de ver desde lejos algunos años más tarde con otro curandero llamado Juan Tangoa Paima. En ese caso, un hombre vino a la casa de Juan, mientras yo estaba allí y dijo que estaba seguro de que su esposa lo iba a dejar por otro hombre y quería saber con quién estaba engañándolo. Juan sugirió que el hombre tomara ayahuasca con nosotros y así lo hizo.



Durante el sueño, tuve unos momentos en los cuales me encontré en la Plaza 28, no lejos del centro de la ciudad en Iquitos. La plaza está rodeada de buenos restaurantes y un par de salas de billar, por lo que siempre permanece con gente en la noche. Mi atención se fijó en una mujer que caminaba junto a un hombre. Ella le sostuvo el brazo con fuerza. Yo podría pensar que era la esposa del hombre, pero no estaba seguro porque yo no la conocía en la vida real. Cuando el sueño terminó el hombre dijo angustiosamente:"¡Lo sabía! La vi con él en la Plaza 28!".



Juan le pidió al hombre que cerrara los ojos, que regresara a la escena y mirara detenidamente. El hombre hizo lo que se le dijo y cuando abrió los ojos unos minutos después, exclamó aún mas angustiado: "Un sacerdote! Ella me engaña con un sacerdote!".



Juan casi se echó a reír, y luego le dijo al hombre que volviera a la escena una vez más y escuchara lo que su esposa y el sacerdote estaban hablando. De nuevo el hombre cerró los ojos. Cuando los abrió estaba a punto de llorar. "Sí- dijo Juan - Ella está hablando con el sacerdote acerca de un divorcio. Dice que el se emborracha, la acusa de engañarlo y luego la golpea".



El hombre trató de negarlo, pero en pocos minutos se quebró y admitió que era verdad. Ella era muy bella y estaba seguro que todos los demás creían lo mismo. Pensaba que todos la deseaban de la forma que él lo hacía y cuando se emborrachaba, se volvía loco. Juan le dijo al hombre que era obvio que su esposa todavía lo amaba, pero si no quería que ella se fuera, tendría que dejar de beber y dejar de golpearla.



Fue extraordinario que el espíritu del ayahuasca nos permitiera a los tres ver la misma escena, sin que ninguno de nosotros tuviera la menor idea del lugar donde buscar a la esposa del hombre atribulado.



Pero esa no fue la única vez que ocurrió. Un amigo mío, Alan Shoemaker, se mudó a Perú en 1993 y en un año o dos se enteró que su madre, quien vivía en Kentucky, se estaba muriendo de cáncer de hígado. Le habían dado sólo unas pocas semanas de vida. En su desesperación, Alan me pidió beber ayahuasca con él y Juan y tratar de ver que necesitaba su madre para curarse.



Fue una petición imprudente: yo no era un curandero; no conocía a su madre y no tenía ninguna posibilidad de encontrar algo que pudiera ayudarla. Sin embargo, como él lo pidió, estuve de acuerdo en intentarlo. En ese sueño, pensé en la madre de Alan y cuando lo hice me encontré viajando a toda velocidad a través del espacio hasta el final de una calle de un pequeño pueblo que parecía ser de los Estados Unidos.



Pensé que la madre de Alan vivía en los alrededores y me pregunté en qué casa vivía. Al instante me moví de nuevo, pero, sorprendentemente, no llegué a una cocina o sala de estar. En lugar de eso me vi en las entrañas heridas de alguien. Supuse que estaba en el interior de la madre de Alan.



Nunca antes había visto un hígado humano, pero en ese momento estaba mirando uno con solo pensarlo. En la parte superior de la mancha oscura había un grupo de grumos retorcidos de algún tipo de tubería. Pensé que debía ser el cáncer y aumentado para mirar de que estaba hecho.



Me di cuenta que al parecer no era cáncer, sino más bien que los conductos para transportar cosas en el hígado estaban enredados y nada podría pasar a través de ellos y eso era una especie de muerte de ese órgano. Pensé que si esos conductos pudieran ser desenredados de alguna manera, entonces la basura alojada en ellos podría pasar hacia el hígado para ser eliminada. En silencio, pregunté si había algo que pudiera hacer. En el momento pensé: “uña de gato”, un medicamente muy difundido ahora, pero que apenas se conocía hace 15 años.



Cuando salí del sueño escribí la frase "uña de gato" en un pedazo de papel. Por la mañana, Alan me preguntó lo que había visto. Me daba vergüenza decírselo por temor a confundirlo con la uña de gato. Cuando me decidí le mostré el papel. Se echó a reír. "Sí. Vi uña de gato y también vi sacha jergón ", otra planta medicinal amazónica.



Ese día o el siguiente hizo un buen lote de los dos medicamentos y lo envió a su mamá. Ella lo tomó religiosamente y en unas pocas semanas o meses, el cáncer desapareció. Ella terminó viviendo varios años libre de cáncer antes de que este volviera con furia y se la llevara.



Yo estaba y aun estoy sorprendido que el espíritu de ayahuasca no era capaz de hacer algo así, pero que era tan generoso en compartir

las plantas necesarias para efectuar la curación. Para mí, ese fue un hecho bastante aislado. Para alguien como Julio era bastante común. Alguna vez me había puesto en contacto con alguien que me dijo que tenía cáncer incurable en etapa terminal y que podría morir en un par de semanas. Ella quería morir en La selva amazónica y me pidió que la llevara allá para el gran evento. En ese tiempo, yo estaba llevando gente a la selva ocasionalmente, pero no a morir, así que le dije que no podía hacerlo.



Ella insistía y cedí finalmente cuando ella se comprometió a tomar ayahuasca con Julio y tratar de ser curada, y no dejarse morir simplemente. Incluso, le fije el propósito de tener una navidad más y otro cumpleaños con su hija adolescente antes de morir.



Ella vino con un amigo y yo los lleve a donde Julio. Julio dijo que el ayahuasca no curara el cáncer directamente curar, pero que el hablaba con las plantas y ver si se ellas sugerían algo que pueda ayudar a mi cliente.

La noche que la mujer bebió también lo hice, y Julio también bebió un poco.



Julio pasó casi toda la noche trabajando a mi cliente. No físicamente. Nunca salió de su pequeño taburete. Sin embargo, él cantó y cantó para ella y agitó su Chacapa, un sonajero de hojas, en su dirección toda la noche. El ayahuasca me invitó a ver lo que él estaba haciendo: de los extremos de las hojas se disparaban luces blancas, como rayos láser, hacia el centro de la mujer. Removieron todo, limpiaron las áreas de su cuerpo, la obligó a vomitar la bilis de su vida una y otra vez.



Por la mañana, la Chacapa de Julio estaba quemada hasta las cenizas a pesar de no haber estado en contacto con el fuego. Julio se reía cuando le mencioné aquello, luego llamó a su hijo Jairo y le dijo que fuera a recoger cortezas de renaco. Dijo que sus ayudantes espirituales dijeron que ayudarían a la mujer.



Cortó con un machete la corteza de un viejo árbol y luego la hirvió durante horas en la olla que Julio tiene para el ayahuasca. Cuando sólo queda alrededor de un cuarto de la esencia, Julio le agregó licor de caña hasta llenar una botella de dos litros. Él le dijo que bebiera un par de onzas al día hasta que terminar.

La mujer odiaba a la selva, la experiencia con ayahuasca y, sobre todo, a mí. Pero salió de la selva con vida. Y seis meses más tarde me llamó para hacerme saber que estaba en Italia, viajando por las montañas en un ciclomotor, pero que todavía me odiaba. Y después llamó a seis meses más tarde. Y luego seis meses después de eso. En este momento no he oído hablar de ella desde hace dos o tres años. No si está viva o no. Pero yo sé que ella al menos obtuvo unas cuantas navidades y unos cumpleaños más con su hija.



Lo que Julio había hecho aquella noche,- además de disponer de unos ayudantes espirituales vegetales diciéndole que medicina necesitaba en ese caso- es una técnica curativa estándar con el ayahuasca. Se trata de buscar en el interior de una persona que está enferma, ver donde se halla la enfermedad y eliminarla. Esencialmente el curandero busca clusters de energía que no encajan con el resto del cuerpo. Generalmente se ven como manchas oscuras, algunas veces en la superficie y otras dentro del cuerpo. Son visibles a través de la ropa. Algunos curanderos trabajan con sus manos sobre el cuerpo para sentir esos puntos, otros utilizan el humo negro del tabaco para ayudarles a ver las manchas. Y otros, como Julio, suelen cantar sobre el cuerpo para hacerlos visibles, y luego usan su chacapa como un bisturí para remover los cúmulos de energía negativa. Y una vez cortados, deben ser eliminados porque estos tienen también su propia capacidad de sentir y se niegan a morir como cualquier otro ser. Para ello, cada curandero tiene su propio método: Algunos los envuelven en una luz invisible y los ponen en fuegos etéreos o los envían hacia glaciales planetas lejanos.



Notas sobre el autor:

Peter Gorman es el autor del libro: “Ayahuasca in my blood: 25 years of medicine dreaming.

Más información del autor en: http://pgorman.com/bio.htm

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