El ayahuasca y el cuerpo grotesco

Por Stephan V. Beyer, Ph.D.
svbeyer@sbcglobal.net
Tomado de: www.singingtotheplants.com
Traducción: Helmer Hernández Rosales

En el alto Amazonas, el poder chamánico - poder que puede usarse tanto para sanar como para causar daño - se conceptualiza como una sustancia viscosa o pegajosa, a veces corrosiva, que se encuentra alojada en el pecho del chamán. Los chamanes mestizos denominan “flema” a esta sustancia y también usan el término quechua “llausa”, o “yachay”, que es la palabra quechua para el conocimiento ritual.

En esta flema, el chamán - curandero o hechicero- almacena los dardos mágicos que se utilizan tanto para el ataque como para la defensa. Adheridos a esta sustancia mágica también hay sapos, escorpiones, serpientes, insectos, dientes de mono, hojas de afeitar – cosas que muerden, causan ardor y envenenan. Lo llamativo de esta concepción es que el poder chamánico es un objeto físico dentro del cuerpo, que puede ser almacenado, proyectado o dirigido y transmitido.

En el alto Amazonas el método típico de infligir daño mágico es introduciendo el “yachay” en el cuerpo de la víctima - la sustancia en sí o los proyectiles patógenos que el chamán mantiene adheridos a ella. Y el método típico de curación de una intrusión como esa es que el chamán succione el proyectil y lo deseche, protegiéndose de una eventual contaminación con una defensa hecha de la misma sustancia.

Esta flema se fortalece ingiriendo ayahuasca y mapacho - un tabaco selvático de sabor fuerte y dulce. La puerta de entrada de este poder es la boca del chamán, y ya fuera de ella ese mismo poder se transmite en la forma de canto, silbido, susurro, y soplo, especialmente de humo de tabaco, y en la cual el chamán succiona la enfermedad, la hechicería, los dardos mágicos que causan sufrimiento al paciente. El maestro ayahuasquero transmite este poder a sus discípulos en forma abiertamente física, mediante un glóbulo resbaladizo de flema que es transmitido de boca a boca.

De la misma manera, para aprender los secretos de una planta - las enfermedades que puede curar, la canción para invocarla, los mixturas requeridas, la preparación - el chamán se somete a la dieta, viviendo solo en la selva, comiendo sin sal y sin azúcar, sin tener sexo, ingiriendo la planta e incorporándola a su cuerpo, aprendiendo sus canciones y secretos desde adentro, creando una relación íntima de amor y confianza. Soledad, abstinencia, ingestión de la planta maestra – los chamanes amazónicos conceptualizan este proceso como aprendizaje con el cuerpo.

Tradicionalmente, la ceremonia de curación con ayahuasca es conducida por los chamanes mestizos los días martes y viernes, tarde en la noche, en plena oscuridad. También la ceremonia es una acción de corporeidad. Tanto para el paciente como para el chamán ingerir ayahuasca en la ceremonia es conectarse al propio cuerpo de una manera profundamente física.

En primer lugar, el ayahuasca tiene un sabor horrible. Tiene un gusto aceitoso, amargo y una consistencia viscosa que se adhiere a la boca, con sólo un indicio de dulzura suficiente como para hacer sentir náuseas. Su sabor ha sido descrito como amargo y fétido, como de bosque podrido y bilis, como calcetines sucios y aguas servidas, como un sapo en una licuadora.

En segundo lugar, el ayahuasca es un purgante y emético poderoso, provoca vómito y a veces induce diarrea. El vómito se considerado como limpieza y curación, de hecho, a menudo el ayahuasca es denominado “la purga” y al chamán también se lo conoce como “purguero”. El vómito muestra que el paciente está siendo limpiado. La purga te enseña: “el mismo vomito te enseña”.

Así, desde el primer sorbo de ayahuasca en la ceremonia, nuestra relación con el cuerpo es conducida hacia una perspectiva definida. Deliberadamente ingerimos algo vil que nos fuerza a expulsar el contenido de nuestros cuerpos. El cuerpo es vuelto al revés, sus límites transgredidos. Cedemos el control de nuestros cuerpos, nos entregamos a la planta y experimentamos nuestra corporeidad en su forma más primitiva. Nuestro cuerpo se vuelve grotesco, en términos del teórico literario Mijail Bakhtin - totalmente encarnado, poroso y protuberante, parte de la tierra, exuberante y fecundo.

Y luego está la ceremonia en sí, están los olores de humo de tabaco y colonia, el uno rico y profundo, el otro fuerte y dulce, como tonos musicales. Están los sonidos de la selva, los cantos nocturnos de las ranas, náuseas y vómitos en la habitación, el susurro, el silbido el canto del chamán, el susurro del sonajero vegetal que agita el chamán.

Muchos participantes fuman mapacho. Constantemente la oscuridad de la noche es perforada por el residuo brillante de un cigarrillo. Mientras el paciente fuma la respiración que entra y sale de su cuerpo se hace visible.

En algún momento, el chamán deja de cantar y comienza a hacer ruidos extraordinarios con eructos, arcadas y escupidos. El está elaborando su flema protectora, para asegurarse que lo que él succiona del cuerpo de su paciente no puede hacerle daño, y luego succiona ruidosamente la enfermedad, el dardo mágico, la carne podrida o el insecto urticante, el escorpión o la hoja de afeitar mágicamente proyectados, el regurgita audiblemente su poder pernicioso y lo escupe ruidosamente en el suelo.

Esta es la experiencia de la ceremonia, el chamán en acción, - una cacofonía sinestésica de perfumes, humo de tabaco, susurros, silbidos, soplos, cantos, succiones, arcadas, la sacudida insistente de las hojas, la agitación interna de la purga.

Por lo tanto, el chamanismo con ayahuasca es irreductiblemente físico. El cuerpo es el instrumento de poder y de relación del chamán - la energía almacenada en el pecho como flema, la relación lograda a través de la ingestión. El chamán aprende de las plantas incorporándolas a su cuerpo, allí ellas le enseñan las canciones que luego salen en forma de sonidos y humo.

Una sesión de curación con ayahuasca promulga la materialidad física del cuerpo humano - náuseas, vómitos, diarrea, succiones, náuseas, eructos, soplidos, tos, escupitajos; olores dulces y penetrantes, agitación, susurros, silbidos, soplos, cantos, el sabor del tabaco y el ayahuasca, las imágenes y el rito del cuerpo, el conflicto, el desorden.

Del mismo modo, en la ceremonia de ayahuasca las substancias atraviesan los límites del cuerpo, recordándonos nuestras fronteras vulnerables y agujereadas. El excremento y el vómito son expulsados, los dardos mágicos son succionados a través de la piel, las sustancias internas son escupidas a través de la boca, la flema mágica es transferida del chamán al discípulo, el humo de tabaco es soplado en el cuerpo a través de la coronilla – el cuerpo exagerado, grandes excreciones, corporeidad feroz.
Los recuerdos del lado más oscuro de la existencia humana asechan contantemente en los márgenes del performance chamánico - ambigüedad peligrosa, fronteras rotas, ambivalencia, transgresión, desorden.

Todo esto nos pone nerviosos a los occidentales porque desconfiamos de nuestros cuerpos. Encontramos al vómito desafortunado, miserable, luchamos por mantener nuestras fronteras corporales; sobre todo, buscamos maneras de evadir la feroz corporeidad de la experiencia con ayahuasca.

Cuando bebemos ayahuasca, nos centramos en las visiones, la introspección, las experiencias transformadoras. Buscamos, en palabras del psicólogo James Hillman: "una pálida liberación sin imágenes", un vuelo desde la realidad de la corporeidad humana. Secretamente creemos en lo que Bajtín llama el canon corporal - la creencia de que los seres humanos de alguna manera existen por fuera de la jerarquía del cosmos. Creo que esto es un error, que el poder curativo del ayahuasca se encuentra precisamente en su conexión con la tierra, con el cuerpo, el sufrimiento, la pasión y el desorden.

La curación no es conceptual – ya sea introspección, comprensión, epifanía - más bien se trata de un impacto visceral en el cuerpo. No debemos pensar que los chamanes ayahuasqueros son gurús espirituales, lo que ellos hacen tiene más relación con “eleos” y “phobos”, la piedad y el terror que menciona Aristóteles. Por consiguiente el vínculo con catarsis - limpieza o purga – no debería considerarse como extraño. El ayahuasca es, sobre todo - y lejos de nuestra obsesión cultural por las visiones y las introspecciones – un purgante. El chamán actúa a través de temas morales del discurso curativo, no de manera lineal sino como un performance. El cuerpo grotesco en realidad celebra la victoria de la vida, su renovación y regeneración, una verdadera intrepidez frente a nuestra ineluctable condición humana.